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enero 14, 2015

La elegancia de la sastrería

Si se busca la palabra sastre en el diccionario, encontraremos “persona que tiene por oficio cortar y coser vestidos, principalmente de hombre”. Medidas, patrones, corte y costura, algunos pasos básicos para la magia del vestido. Un oficio antiguo que ha perdido fuerza, un carrete que parece estar acabándose.
 


La necesidad del vestido viene desde la prehistoria, pero el arte de la costura a medida tuvo su auge en la Edad Media, en la que la vestimenta compleja y elegante era lo principal para ser aceptado en los círculos sociales. Los hombres que comenzaron como costureros, pronto se dieron a la tarea del fino arte del corte y confección, y qué mejor que un hombre para entender las necesidades de su género a la hora de la comodidad y elegancia en la vestimenta.

Un sastre tiene que buscar en sus creaciones: comodidad, flexibilidad, una caída natural, liviandad, perfección y diseño, algo que resalte la clase, el lujo y la elegancia. Este último factor, el diseño, es una de las razones por las cuales el oficio se ha vuelto difícil de ejercer en estos tiempos. Aunque la película “El diablo se viste a la moda” nos deja muy en claro que cualquier cosa que llegue a nuestras manos (hablando de ropa) fue consecuencia de una pieza única creada por una mente maestra, para la industria es más barato hacer el mismo diseño en diferentes tallas que hacer una pieza única a la medida.

El problema de esta industria es que los cuerpos son muy diferentes entre sí y aunque exista una gran variedad de trajes no siempre encaja con el cuerpo que lo porta. Este detalle ha sido hasta la fecha el sustento de muchos talleres de sastrería que se dedican a las composturas (ya saben, que si el dobladillo, que si las mangas son demasiado largas, que si hacen falta pliegues para que no se vea guango). Desperdiciando el talento que ofrecen los especialistas en buenas telas, cortes, entalles perfectos y la costura artesanal. Tener un traje a la medida es un gusto que solo aquellos adinerados pueden darse, pues si en tienda un traje ronda entre los mil y ocho mil pesos, el trabajo a mano y el diseño cuestan cerca del doble.

El diseño de los trajes ha cambiado mucho en
el tiempo, aquí un ejemplo del siglo XIX
Este oficio realizado por y para hombres, reconocido durante el renacimiento tiene su chiste, pues no solo se trata de coser, el secreto de aquellos maestros ha estado en el manejo de la geometría, aritmética (especialmente números quebrados o fracciones) y el dominio del compás, además del ingenio y dedicación empleada no sólo a la realización sino a los detalles (elemento que los hace más valiosos no solo a la vista sino monetariamente también).

Este oficio dentro de sí mismo llegó a tener en sus mejores momentos, subespecialidades tales como el cortador, quien mide, dibuja y corta los patrones; el piecero o sastre de silla, quien une todas las partes en dos fases primero para una medida previa antes del zurcido final; el pantalonero, como su nombre lo indica especialista en la elaboración de pantalones; el chalequero, especialista en los chalecos y el gabardinero.

Pese a los años, el oficio no decae y quien tiene la pasión por lo que hace es digno de ser admirado, tal como Gilberto Ortiz, mexicano reconocido como uno de los tres mejores sastres en el mundo en la actualidad según la competencia realizada en 2012 donde participaron sastres de 36 países, un evento organizado por la tienda de telas finas Scabal. Ortiz fue aprendiz de Jorge Shoerer, un sastre alemán que vistió al mismísimo Hitler.


En la actualidad, quedan algunos talleres de sastrería dispersos por la ciudad, pero ya no hay tanto interés en querer aprender el oficio. Habrá quienes quieran estudiar diseño de modas, pero no es a la vieja usanza de ser un aprendiz para terminar en maestro de uno de los oficios capaces de vestir a personalidades con telas de filamentos de oros o fragmentos de diamantes.
Los famosos jeans fueron creados por un sastre
llamado Levi Strauss en 1860, originalmente erean hechos de lona.





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