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diciembre 03, 2014

La ciudad que no para

Entre las cinco y seis  de la mañana, el agua de la regadera corre por alrededor de 10 minutos. Sales corriendo de casa, en el mejor de los casos con un vaso de leche o taza de café en el estómago. El microbús va hasta el tope y con un pie en el escalón y bien agarrado.  Tú maletín o bolso ondea como bandera, al igual que el de todos aquellos que buscan llegar a tiempo a sus destinos. Las calles llenas de conductores desesperados que comienzan a pasarse el semáforo por el arco del triunfo.


Si viajas en metro, entonces el andén estará lleno, y por más prisa que lleves siempre se quedará parado en una estación más del tiempo acostumbrado. A duras penas lograr llegar y checar tu entrada a las 8:59 o entrar al salón justo cuando el profesor dice tu nombre. A media jornada buscas algún alimento que pueda estar listo en media hora para atragantarte la otra media con ello.

Logras terminar la jornada lo más despierto posible, tu regreso a casa es tan estresante como la ida. Por fin llegas a casa, lugar que está hecho un desastre, con ropa tirada, trastes sucios, tus hijos o hermanos corriendo pidiendo tu atención. Haces tarea, más trabajo, cenas. Cuando te das cuenta ya es casi media noche, te vas a la cama intentas dormir y entonces tu alarma vuelve a sonar a lo que parecerían horas indecentes para algunos.

Tal vez en esta descripción has encontrado un poco de tu rutina, entonces sabes que llevas un ritmo de vida acelerado. Esto es algo muy común en la ciudad, entre tanto ir y venir, las horas perdidas en los trayectos de un punto a otra y la infinita lista de tareas por realizar cada día la vida se nos va. El estrés es constante y las preocupaciones parecen no tener fin, estamos tan enfrascados en esta rutina que se llega a un punto en que ya no se sabe lo que es caminar a un ritmo normal.

Es curioso pues parece ser que solo en las principales ciudades el ritmo es así, pues en provincia, (parecerá raro) como que el tiempo dura más, se toman todo con más calma y todo parece estar más cerca.

La sobrepoblación, la mala organización de las ciudades y el ineficiente sistema de transporte público ha sometido a miles de personas a correr, a vivir esclavos de una rutina en torno al trabajo o a la escuela y se deja de lado el entretenimiento, pues en ocasiones no sabemos si los fines de semana deberían ser para dormir o para hacer algo que nos relaje. Comenzar en este ritmo de vida desde edades tempranas cada vez ha comenzado a cobrar factura en la mala alimentación y enfermedades.


Todos en algún momento nos hemos cansado de esto pero nunca nos hemos detenido a darnos un respiro, tal vez el problema no tenga solución y solo nos quede meditar para sobrellevarlo. De lo único que debemos estar conscientes es de que en algunas ocasiones está bien hacer sacrificios pero también que nuestro bienestar y salud es lo primero.




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